Nuestros ánimos, nuestros Lentes de observacion.

 Nuestros estados de ánimo son como lentes, y a través de ellos observamos el mundo. Son diferentes aperturas al futuro y conforman la realidad en la que vivimos.



Como ya hemos visto, las emociones son una respuesta a un evento determinado. Es imposible vivir fuera de la emoción porque somos seres intrínsecamente emocionales. Pese a que no podemos cambiar el hecho de habitar siempre en una emoción, lo que sí podemos hacer es observar la emoción, validarla, escuchar qué es lo que comunica y movernos adecuadamente. Si las escuchamos, tendremos la posibilidad de gestionarlas con el semáforo en verde, lo cual siempre traerá una respuesta adaptativa y eficiente, aun cuando se trate del miedo, la rabia o la tristeza, emociones que culturalmente solemos rechazar.
Así como las emociones se relacionan con eventos concretos que gatillan determinada respuesta, existen también los estados de ánimo, que se manifiestan con independencia a los estímulos externos. Lo interesante de ellos es que los seres humanos solemos vivir en un estado preferido y familiar, que nos acompaña con independencia de los eventos externos 

Imaginen que toman un papel celofán de color rojo y miran su entorno a través de él. ¿Qué les produce observar el mundo a través de este color?, ¿qué connota el rojo para ustedes? Luego imaginen que hacen lo mismo con un papel de color amarillo y vuelven a mirar. ¿Ven lo mismo?, ¿qué les produce ver el mundo de este color?
¿Cuál es la diferencia? Las cosas observadas son las mismas, nada de lo que está afuera ha cambiado, sin embargo lo percibimos distinto. La diferencia está en el “tono del cristal con que se mira”. Ese cristal que puede cambiar de colores es el estado de ánimo con que miramos y actuamos en el mundo. Por ejemplo, dos personas ven una misma película, una dice que fue movilizante y la otra dice que le resultó muy aburrida. ¿Es distinta la película?
Los seres humanos percibimos nuestro entorno de acuerdo al color que nuestros lentes nos permiten, es decir, con nuestra propia interpretación, a veces “rojo”, otras “azul”, otras “amarillo”, etc. En este sentido, cada estado de ánimo trae consigo su propio mundo y diferentes posibilidades de actuar en él.
Normalmente no somos conscientes de nuestros estados de ánimo, ya que a menudo son transparentes para nosotros. Suponemos que el mundo es tal cual lo observamos, sin detenernos a examinar el papel que juega el observador, lo que impide la eficacia en la acción ya que no es posible gestionar lo externo. Así, en vez de asumir una responsabilidad por cambiar nuestra manera de ver las cosas, nos volvemos víctimas de lo externo y perdemos poder de acción.
Generalmente no nos damos cuenta de que muchas veces las características positivas y negativas no pertenecen al mundo mismo, como algo separado de nosotros, sino al observador que somos, según cómo nos encontremos. Nuestro mundo reside en el estado de ánimo en que estemos, y cuando este cambia, el mundo cambia con él.
Así como imaginaron que podían mirar el mundo a través de un papel celofán de distintos colores, los invito a que descubran de qué color son los lentes con que miran el establecimiento en el que trabajan.

Podrán descubrir que la manera en la que miran su escuela con determinados lentes, del mismo modo observan a sus colegas, a sus estudiantes o a los directivos. Lo importante es que reconozcan el color, lo acepten y vean de qué manera dicho color los predispone.

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